Al igual que sucede con el posible cobro por Telefónica (co-propietario de la red de telecomunicaciones española) a Google (el popular sistema de búsqueda vía web), me pregunto si los humanos como propietarios de sus cuerpos deberían cobrar por todo aquello que entra por sus distintos canales de entrada, ya sean ojos, boca, ano, nariz, …
El caso es que es además ahora el momento de reivindicar este impuesto tipo SGAE a quien nos pretenda, puesto que en poco tiempo, si nos descuidamos, nuestros cuerpos serán en parte copropiedad de aquellas empresas que hayan patentado nuestros genes. De hecho, el precedente existe, dado que una fundación de la Universidad de Utah presentó la solicitud de patente en 1995 sobre dos genes y sobre las mutaciones que en ellos habían descubierto, así como sobre las que puedan surgir en el futuro. Tras conseguir su concesión por parte de la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos (USPTO), las licenció a Myriad Genetics, lo que dio a esta compañía el derecho exclusivo sobre ellos y, lo que es más importante, el monopolio de la investigación, vetando a otros científicos.
Sin embargo, cabe no levantar la voz demasiado, puesto que nos encontramos ante un dilema que se resuelve por sentido común (o egoísmo) a favor de Myriad Genetics y es que gracias a esa patente 1) esa empresa está obligada a publicar la innovación y eso permite que florezcan investigaciones que podrían generar nuevas soluciones para tratar enfermedades en los humanos que llenan de espanto y frustración por la actual sensación de impotencia ante esas enfermedades y 2) la patente de esa empresa puede generar dinero que iría en algun modo a que esa empresa siguiera investigando y aportando nuevos y útiles medicamentos.
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